Obituario de Guadalupe Gallegos-Lopez En la mañana del 18 de septiembre de 2025, en Hastings, Oklahoma, concluyó en paz el peregrinaje terrenal de Guadalupe Gallegos-Lopez, una mujer extraordinaria de fe, amor y perseverancia. Nació el 4 de diciembre de 1936 en México, siendo la segunda de once hijos y la mayor de las hijas—un papel que asumió con dignidad, fortaleza y una autoridad serena que marcó a generaciones enteras. Aunque sus inicios estuvieron rodeados de pobreza, su niñez estuvo colmada de alegría, fe y un sentido de asombro que la acompañó toda la vida. Familia y Fe Guadalupe fue precedida en muerte por sus amados padres, Graciano Gallegos García y Jacinta López Luevano; por su querida hija, Ana Lourdes Gallegos; por sus hermanos, Julián, Hilario y Dionisio Gallegos López; y por sus hermanas, Eugenia Gallegos López, Matilde Hernández y Petra Salazar. Le sobreviven con amor sus hermanas, Alejandra Hernández de Laredo, Texas; María de Jesús Almaraz y su esposo Isaías de El Paso, Texas; María Isabel Trujillo de Dallas, Texas; y Alma Beatriz Estrada y su esposo Adolfo de Hastings, Oklahoma. Asimismo, deja tras de sí numerosos sobrinos y sobrinas, así como sobrinos-nietos, sobrinas-nietas y hasta tatarasobrinos y tatarasobrinas, todos profundamente tocados por su cariño inquebrantable. Criada en un hogar profundamente católico, Guadalupe vivió su fe desde la infancia, pero a la edad de 45 años encontró nueva fortaleza espiritual al convertirse en miembro de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, una fe que atesoró y compartió hasta su último aliento. Su devoción nunca fue escondida; proclamaba con gozo el amor de Jesús y la esperanza de Su Segunda Venida a todo aquel que quisiera escuchar, con el anhelo de que también aceptaran a Cristo como su Salvador. Su Trabajo y Sacrificio A pesar de haber recibido solamente una educación primaria modesta, Guadalupe se convirtió en maestra por derecho propio—enseñando a sus sobrinos y sobrinas las formas de las letras y la belleza de las palabras. Trabajó incansablemente como ama de llaves en México, y al llegar a los Estados Unidos se convirtió en una niñera y cuidadora de absoluta confianza para quienes más amaba. A los 42 años, su vida cambió radicalmente al perder la vista a causa de la Retinitis Pigmentosa. Con el paso de los años, también su oído se fue apagando, pero jamás su espíritu. Sus otros sentidos se agudizaron, permitiéndole reconocer a las personas por el tacto de sus manos y el sonido de sus pasos, y saber lo que sucedía a su alrededor por los aromas que percibía. Nunca permitió que sus discapacidades la definieran; al contrario, encarnó la perseverancia, la fortaleza y la dignidad. Una Vida de Alegría y Singularidad La vida de Guadalupe fue un tapiz tejido con incontables recuerdos memorables. Fue una narradora prodigiosa, encendiendo la imaginación de sus sobrinos y sobrinas con relatos que permanecieron vivos mucho después de haber sido contados. Fue decidida y valiente, jamás permitió que los obstáculos apagaran su alegría. Su naturaleza afectuosa significaba que siempre tenía un beso para dar y una sonrisa para compartir. Amaba contar chistes—repitiéndolos tantas veces que los remates se volvieron parte de la tradición familiar. La música la deleitaba; tocaba la guitarra y cantaba, aunque nunca aprendió formalmente a tocar. Amaba cocinar cuando aún podía hacerlo, llenando las cocinas de calor y sabor. Se ejercitaba con constancia, caminando durante horas por los pasillos largos, contando con orgullo cada vuelta completada. Su mente también era fuente constante de disciplina y devoción: recitaba pasajes bíblicos, memorizaba Salmos y podía repetir versículos de memoria con exactitud. Incluso encontraba gozo en contar las páginas de los libros, como si quisiera recordarse a sí misma cuánto hay aún por aprender y disfrutar. Su palabra favorita era "Almita," pronunciada con cariño hacia su hermana menor, quien fue su compañera fiel en todas las etapas de la vida. Nunca olvidaba un cumpleaños, daba un apodo a cada persona en su vida y hallaba formas inagotables de hacer reír a los demás. Y en un momento verdaderamente tierno y extraordinario, celebró su primer cumpleaños con fiesta a la edad de 80 años—una conmemoración de vida y alegría que atesoró profundamente. Amaba la música, la risa, las reuniones familiares y la Palabra de Dios. Pero, sobre todo, Guadalupe amó a las personas. Creía que cada alma merecía conocer a Jesús, y compartía esta convicción con todos los que se sentaban a su lado, siempre con esperanza, fe y ternura. Servicio en su Memoria La vida de Guadalupe Gallegos-Lopez será honrada con una velación el viernes 26 de septiembre de 2025 a las 9:00 a.m. en el Cementerio de Keene, en Keene, Texas, seguida inmediatamente por su servicio fúnebre en la tumba a las 10:00 a.m. en el mismo lugar. Familiares y amigos se reunirán para celebrar su fe, su valentía y su extraordinario don de amor. Aunque ya no camina entre nosotros, la presencia de Guadalupe se sentirá por siempre—en las historias que contó, en las risas que provocó, en las Escrituras que recitó y en el legado eterno de bondad que deja tras de sí.